Estar preparados a eventualidades (consulta preanestésica), prevenirlas (catéter intravenoso, aporte de oxígeno), detectarlas cuanto antes (monitorización) y plantear soluciones rápidas y efectivas (vigilancia y preparación), son la base para tener éxito en un proceso anestésico, sin tener que recurrir a los consabidos “no superó la anestesia” o “tuvo una mala reacción a la anestesia”.
Primer punto: consulta preanestésica. Mediante esta consulta se pueden detectar problemas ocultos. Muchos de las complicaciones que se achacan a la anestesia se deben en realidad a un problema (cardíaco, renal, etc.) que, de haberse detectado previamente, se podía haber tratado y estabilizado antes de la intervención, o se podía haber prevenido adecuando el protocolo anestésico.
Segundo punto: prevención. Según directrices de la AVA (Asociación de Veterinarios Anestesistas), en toda anestesia debe existir una vía venosa (catéter) y una fuente de oxígeno y tubo endotraqueal disponibles. Se podría comparar con el cinturón de seguridad y el airbag de un coche. En caso de accidente, son fundamentales para evitar daños.
Tercer punto: monitorización. Se refiere a la lectura constante de ciertos valores que nos ayudan a determinar la estabilidad del paciente. En hospital veterinario Villablanca dispone de varios monitores multi y monoparamétricos que dan información de electrocardiografía, temperatura, capnografía (nivel de CO2 en aire espirado), pletismografía (saturación de O2 en sangre y onda de pulso), presión arterial invasiva y no invasiva, presión venosa central, etc.
Cuarto punto: vigilancia y preparación. Se refiere a que no sólo hay uno o varios monitores conectados, sino a que hay una o varias personas vigilándolos constantemente y siguiendo las tendencias para detectar las anomalías cuanto antes. Los tratamientos de parada respiratoria, de hipo o hipertensión graves, de arritmias, etc. son tanto más efectivas cuanto más rápidamente sean instauradas.